Una vez me casé por deporte y la otra por amor. No hay color. La primera boda tuvo una suntuosa celebración en un lugar de moda, vestidos caros, peluquera a domicilio y modista privilegiada. Los preparativos duraron muchos meses, el número de invitados era aterrador, todos los números eran aterradores. No se quedó atrás el viaje de bodas, al extranjero por supuesto, en plan sur de tal o cual país, en plan vacaciones inolvidables. Si algo le faltó, sin embargo, a ese viaje, fueron los sentimientos que diferencian el protocolo de la pasión. Casarse por deporte es lo que tiene, que todo tiene un aire ya sabido, hueco de aventura, hueco de ese tictac que nubla la razón algu...
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